O sea que el pecado de hipocresía cruza las fronteras de todas las dispensaciones (tiempos) y sera castigado con el mismo trato y juicio de Dios. Y vea, si usted es hipócrita hacia otros seres humanos... eres hipócrita hacia Dios. Pues esa mancha es como las del leopardo... no la podrás borrar a menos que vomites tu tibieza espiritual. Vallamos al resto de las preguntas y lo comprenderás todo y de un todo.
Bien. Existe una sola opción para reconocer y sanar de la tibieza espiritual y regresar al estado genuino de una vida caliente para Cristo, una vida y un caminar que coloca el corazón detrás de nuestros labios. Solo así se recobra el primer amor; con un renovado y ferviente gozo de la salvación. Y lo más fácil para explicarlo es una conversación entre mi persona, el SIERVO, y un TIBIO. ¡No! No usted, un tibio imaginario. A ver:
TIBIO: ¿Pero cómo se atreve llamarme tibio? ¿Y decir que seré vomitado para perdición? Vea, yo: ayuno dos veces a la semana, doy diezmos, asisto a todos los cultos, hago buenas obras... ¿y se atreve juzgarme?
SIERVO: Tranquilo. El único que juzga es Dios. Y según Lucas 18:14, lo hace con su Palabra... léalo en su propia Biblia: [Porque cualquiera que se enaltece, será humillado]. De hecho, yo solo quiero expresarle el gran amor del Señor por usted. Y si no tienes nada que temer... óigame no más.
TIBIO: Pero que sea rápido... pues debo salir para el culto. Tenemos un predicador tremendo y esta noche ¡sí que me gozo!
SIERVO: Bien. Por favor oiga y luego hable. Primero, quiero que considere que Dios no puede escuchar la oración de los tibios. ¡No! No te agites. Y sí, te lo probaré por la Palabra. Vea, Dios dice: Pero por cuanto eres tibio... arrepiéntete (Apo. 3:16 y 19). Note el orden: (1) el tibio confiesa su tibieza, (2) confesar no es orar; es arrepentirse -de corazón- de todo lo que le llevó a esa condición, pero sin poder orar por cosa alguna, (3) pero luego de ser perdonado, el tibio regresa al estado espiritual de hijo de Dios y (4) ahí sí que podría entregarse en oración, alabanza, etc.
TIBIO: Ok, eso está claro. ¿Pero qué tiene que ver conmigo? Pues yo estoy bien caliente. Ah, ¿y también te atreves insinuar que yo no alabo al Señor? Quiero que sepas que le canto en grande... en todos los cultos. Y eso si que comprueba que no soy tibio.
SIERVO: Vea. Las señales de un tibio no son las externas... no son las que se ven con los ojos. Y los tibios -sicológicamente y por orgullo propio- tampoco quieren reconocer ni aceptar su estado de tibieza. Pues son muy buenos con sus labios aunque nada brinden de corazón. Y eso los hace hipócritas. De hecho, por esa razón, ellos son su propio y peor enemigo... obstáculo principal para salir de la tibieza. Por ello, sabiendo esto y por su gran amor, Dios se preocupa por llamarlos para que se arrepientan y salgan del abrazo mortífero que son las arenas movedizas de la tibieza espiritual.
Oiga, tal vez Dios esté llamándote a través de mí... Él dice a los tibios: He aquí yo llamo... (Apo. 3:20). Tranquilo... no te desesperes. Solo permíteme terminar. Vea, es que Dios tiene una pruebita indubitable con la cual todo creyente puede determinar si es que ha caído en el abrazo de la tibieza. ¡Sí! La prueba es sencilla y rápida; la podrás tomar con rapidez... cosa que puedas llegar al culto, y a tiempo.
TIBIO: Ok, ok... de acuerdo. Venga la prueba... aunque le advierto, la voy a patear.
SIERVO: Primero que todo, y como te dije, nada de lo que son señales externas logran comprobar que el creyente anda en santidad o que está caliente y no tibio.
TIBIO: Usted está bromeando. A ver, ¿de qué señales me hablas?
SIERVO: Vea, todas las siguientes señales no -necesariamente- muestran lo que es un discípulo de Cristo que anda en santidad y vive caliente del espíritu. Y por favor no interrumpa sino hasta terminar de leer la listita:
o. Asistir a muchos cultos en la semana.
o. Cantar y gozarte de más -emocionalmente- en los cultos.
o. Orar por horas, elocuentemente y de a galones (lagrimas)
o. Ayunar semanalmente.
o. Hablar muchas lenguas, con el moño suelto y bandereándose, lado a lado.
o. Danzar -supuestamente- en el espíritu.
o. Ganar grados en teología... incluyendo el de Doctorado en Divinidad.
o. Haber pastoreado por muchos años.
o. Imponer manos y que muchos caigan al piso... discretamente empujaditos.
o. Profetizar mucho y bello... cosas grandes, emocionantes y fascinantes.
o. Contar con títulos flamantes... tales como Apóstol, Profeta, Doctor, etc.
o. Soñar muchos sueños y tener visiones y revelaciones tremendas.
o. Etcéteras.
TIBIO: ¡Rayos! Si eso fuese verdad, y no es que lo estoy aceptando, pero si fuese verdad, ahí se iría todo mi concepto de lo que es un líder espiritual y discípulo de Cristo. ¿Ahí se rajarían todos los líderes de la iglesia? Un momentito... ahí me rajo yo también. Ok. Admito... esto se está poniendo interesante.
SIERVO: Pues vea, en cuanto a que todos se rajen, tal vez si y tal vez no. Y es que esas cosas -las señales externas- se pueden manifestar aun cuando no se sufre de tibieza espiritual. O sea, esas ‘actividades’ externas pueden ser positivas, pero los tibios, lobos rapaces, doctores con o sin los estudios, falsos profetas, falsos apóstoles, falsos pastores, etc., las pueden copiar, imitar y emular. Y todo ello sin que la persona cuente con las señales verdaderas... las internas; las de un espíritu caliente, las que si muestran e identifican a los verdaderos discípulos y siervos de Cristo.
TIBIO: ¡Uf! Si es así la cuestión, me engañaron de un todo y he sido un gran necio. Pues yo he buscado todas esas señales para demostrar que soy un general espiritual. ¿Pero cómo haberlo sabido? Ok, ok... usted me habló de una pruebita que usaremos para confirmar que soy un discipuló y de los más calientes de espíritu que el Señor tiene. Y me imagino que la prueba nos mostrará las señales internas del verdadero discípulo y siervo del Señor que soy. A ver, ¿cuál es la prueba? Y olvide el culto, ¡hoy no voy!
SIERVO: Buena decisión. Y vea, la prueba es fácil, pero no podemos apresurarla. Y para no gastar mucho tiempo, permíteme explicártelo sin interrupciones. Yo haré las preguntas y las contestaré con mis observaciones. Y luego tú podrás añadir todo lo que desees... pero al final. Ok. Nos vemos obligados a comenzar desde el principio, y viendo algo de lo que es orar. Dice su Palabra: Todos éstos perseveraban unánimes en oración (Hechos 1:14).
Según el versículo citado, y tal como mostrado en otras porciones bíblicas, para poder orar de mutuo acuerdo debemos hacerlo en unanimidad. Y según probamos arriba, por la Palabra, los tibios, quienes alaban de labios, jamás podrán alcanzar unanimidad con los calientes, pues estos alaban y oran de corazón. Oiga bien: la unanimidad incluye al Altísimo... si expandiremos en esto más adelante.
II. RESPALDO: Si es verdad que la cuestión es unanimidad, entonces debemos saber lo que eso implica. ¿Qué tal si años atrás, en nuestra inocencia y/o por falta de conocimiento, aceptamos y guardamos, en nuestras mentes y corazones, errores básicos sobre lo que es la: oración, el mutuo acuerdo y la unanimidad? Y de ser esto cierto, esos errores habrían empachado el estomago de nuestro espíritu, para no poder asimilar/digerir la oración, el mutuo acuerdo y la unanimidad. Ah... y quién mas -sino el diablo y sus lobos- se beneficiarían de todo ello.
Pero bueno, si fuese verdad que nos enseñaron y aceptamos errores que han empachado el estómago de nuestro espíritu, entonces deberíamos ver ¿qué es lo que Dios prescribe para purgarnos de tales cosas? O sea, para que luego de quedar libres de ello podamos sanar de la tibieza y alcanzar unanimidad... en la oración. Pues bien, para ser responsables delante de Dios, debemos indagar escudriñando las Escrituras correspondientes. Ok. Vallamos a la Pirámide de la Unanimidad.
TIBIO (hablándose para sí mismo): ¿Pirámide de la unanimidad?
III. La PIRÁMIDE DE LA UNANIMIDAD: Habíamos enseñado el concepto de los: (1) simples, (2) necios y (3) sabios. Por favor revíselos abajo y asegúrese que está en el lugar correcto antes de proceder a ver la pirámide:
1. Los Simples: son los muchos creyentes que no entienden, ni saben lo que se les dice. E ingenuos a esta verdad, aceptan lo que otros les dicen y lo pasan adelante como si supiesen de lo que hablan. Y por lo general lo pasan adelante añadiéndole sus propios errores y tonteras (Pro. 14:15, 26:12).
2. Los Necios: son los muchos creyentes que conscientes de que sí saben que no saben lo que se les dice, estando conscientes de esta verdad, continúan recibiendo lo que se les dice y, con apariencias de sabios, lo pasan adelante añadiendo sus propios errores y tonteras (Pro. 12:15, 18:6-7).
3. Los Sabios: Estos, inmediatamente que reconocen lo que no saben, son honestos y lo admiten para darse a indagar, examinar y escudriñar las escrituras; para así aprender las verdades espirituales con conocimiento y sabiduría...para dedicarse a andar en la integridad de la Palabra (Pro. 2:2 y 4)
TIBIO: Pues yo quiero ser de los sabios.
SIERVO: Buena cosa has pedido. ¿Pero sabes lo que es la Pirámide de la Unanimidad?
TIBIO: Jamás le oí mencionar.
SIERVO: Bien, se nota que usted va creciendo en sabiduría. Echémosle una miradita a la pirámide.
· Imagínese una pirámide de 1000 metros de altura (aprox. 1000 yardas).
· Los 3 lados de su base miden 1/2 kilometro (aprox. 500 yardas).
· Continúe imaginando que 500 personas, y los respectivos pastores, se unen de manos en una cadena de oración alrededor de la pirámide (1500 + los pastores).
· Y en el zénit, arriba en la cima, se ha aplanado un área de cinco metros por cada lado... donde se erigió un trono, y allí se sienta -cómodamente- el Señor.
· En el momento convenido... todos -1500+- comienzan a orar según la petición que les fue comunicada... cuando se les pidió que lo hicieran en unanimidad.
· Desde arriba, el Señor logra escuchar, a duras penas, unas pocas docenas de voces que le hablan de corazón y unánimes. Pero los otros se dividen en: (a) algunos que jamás nacieron de nuevo en Cristo, pero creen que creen y se congregan, (b) otros que habiendo conocido al Salvador, en esos momentos andan en pecado y también se congregan, (c) otros que habiendo conocido a Cristo y andan sin pecado, pero no sienten nada de carga por lo que piden; lo hacen mecánicamente, de labios... no logran orar de corazón, (d) otros que entraron a los rebaños con planes premeditados de lucrarse (lobos rapaces y falsos profetas... tal vez bajo control de Satanás) y (e) otros que son miembros de sectas, que han entrado para convencer y, de las ovejas, hacer prosélitos para sus sectas.
Pregunta para los sabios: ¿Cuantos de los 1500 creyentes, incluyendo los pastores que les acompañan, oran en unanimidad? Usted diría:
TIBIO: Pues no sé. ¡Que traigan a Salomón!
SIERVO: Vea... su respuesta te hace sabio. Y aunque no tenemos acceso a Salomón, si tenemos las Escrituras de Dios.
Pero antes de ello, y algo que comprobaremos con Su Palabra, sí podemos llegar a una verdad absoluta de Dios... la verdad es que: La unanimidad debe alcanzarse, primeramente, con Aquel que se sienta en el trono y luego con las almas que nos unimos en oración. Pues vallamos allá.
IV. ¿CÓMO SE ALCANZA LA UNANIMIDAD? Conozco por lo menos cuatro requisitos indispensables para alcanzar la unanimidad entre nosotros y, lo más importante, alcanzar unanimidad con el Señor. Estos requisitos son la prueba (examen) que necesitas tomar y aprobar para subir la pirámide en el estado de un discipuló caliente y no tibio: (a) haber nacido de nuevo en Cristo, (b) andar en santidad (libre de pecado), (c) haber discernido a Cristo y (d) sentir de corazón el peso por la carga (la petición) que le presentamos al Señor.
TIBIO: ¿Dijo, discernir a Cristo con peso de carga? No comprendo.
SIERVO: Pues expliquémoslo a la luz de su Palabra.
1. Primer requisito - Haber nacido de nuevo en Cristo: Solo los hijos de Dios pueden cultivar y sostener una relación hijo-Padre (Rom. 9:8-11). ¡No! Jamás podríamos orar en común acuerdo con inconversos, pues ellos jamás llegarán a la cima de la pirámide.
2. Segundo Requisito - Andar en santidad (libre de pecado): Los hijos de Dios pierden su relación con el Salvador al perder la santidad; la pierden por haber caído en pecado. Y en ese estado -sin relación- no podrán alcanzar el trono de la pirámide. Pues su Palabra dice: Sin santidad nadie verá al Señor (Hebreos 12:14). Y si no le puedes ver, jamás podrás unirte/presentarte en oración... unánime con Él y con creyentes que sí andan en santidad.
TIBIO: ¿Pero cómo podrá un inconverso pasar a ser hijo de Dios y un pecador conseguir el perdón de Dios si es que no pueden alcanzar el zénit de la pirámide en oración?
SIERVO: Vea, para que pueda existir una oración (conversación) se requiere de dos partes: (a) la persona que presenta la oración y (b) el Señor que la debe escuchar. Y los inconversos y pecadores tienen que -primero- conseguir la presencia de Dios para que -luego- les puedan presentar sus oraciones. O sea que podrán orar luego de alcanzar (restablecer) su relación hijo-Padre. De hecho, antes de eso, lo único que los inconversos y pecadores pueden hacer es mover sus labios en peticiones que salen al aire y caen al piso. Y estarán a solas, pues espiritualmente hablando el Señor no estará presente delante de ellos. Ese privilegio lo tienen -solamente- los Hijos de Dios que andan en santidad. Y usted, ni lento ni perezoso, hará otra pregunta.
TIBIO: ¡Claro! ¿Cómo van a pasar a ser hijos de Dios si no pueden pedirle perdón en oración?
SIERVO: ¡Buenísima su pregunta! Vea, cuando el inconverso confiesa a Jesús como Salvador o cuando el “pecador” confiesa su pecado, haciéndolo de corazón (Rom. 10:9)... eso no es orar. Muy sencillamente, si lo hacen de corazón... eso es ¡confesar! Y Dios estará presto a escuchar toda confesión que sea genuina... de corazón.
O sea que al confesar a Jesús como Salvador, tal como dice Romanos 10:9, inmediatamente después de hacerlo, la persona nace del espíritu. Y al nacer del espíritu recibe el perdón de sus pecados. Y es ese “perdón” lo que mueve la gracia divina, y es ahí que el Espíritu Santo le entrega santidad... ¡al nacer de nuevo! Lo mismo aplica al pecador que confiesa de corazón y es perdonado. O sea que al instante -no antes- esas almas son reconocidas como las de hijos de Dios y ahora sí podrán alcanzar la cima de la pirámide en oración; a solas con Cristo o en unanimidad con otros hijos del Altísimo.
TIBIO: ¡Lo capte! Pero ¿y eso de discernir y el peso de carga?
SIERVO: Ok. Vallamos allá... se requiere de más detalles.
1. Discernir: Bien, ya que la postulación se basa en eso de discernir, echemos una mirada a: ¿qué exactamente quiere decir discernir? Y la Real Academia Española nos dice que es: Distinguir algo de otra cosa señalando la diferencia que hay entre ellas.
2. Discernir a Cristo: Bíblicamente hablando la definición es similar e implica, principalmente: (a) distinguir la verdad de la mentira y (b) poder explica (testificar de) esa verdad (o mentira) que disciernes. Y en este caso la Verdad
que tenemos que discernir (distinguir) es la presencia de la persona de Cristo en la cima de la pirámide... distinguiéndola de Su ausencia.
De hecho, existen tres posibles condiciones cuando te arrodillas a orar: (1) sabes que puedes discernir la presencia de Cristo, (2) sabes que no puedes discernir la presencia de Cristo o (3) no tienes la mínima idea de si disciernes o no a Cristo. Las últimas dos requerirán que te arrepientas de corazón delante de Dios. Pero veamos los detalles.
Aunque andes en santidad, es imposible orar/gemir/clamar ante Dios sin que primero te entregues a y logres discernir al Señor... sin haber comprobado que has captado su atención. Y oiga bien... a veces vemos a muchos que lloran muchas y grandototas lágrimas, estando de rodillas, creyendo que están delante de Dios, pero no lo están. Pues no se han preocupado por discernirlo... ni están conscientes de que hay una pirámide que subir y un trono al cual presentarse para captar la atención del que allí se sienta. Por ende, estas almas se quedan en sus emociones y no suben en el espíritu.
O sea que si dices que lo conoces y no lo disciernes... ¿tal vez no lo conozcas o no lo conoces lo suficiente? ¿Tal vez no lo reconozcas cuando está delante de ti, o cuando está ausente? Y sé que te surgieron algunas preguntas más, pero aguántalas un momentito. Pues según iba diciendo, Dios sí puede estar presente en todo lugar y puede escuchar toda palabra hablada, etc. Todo eso es considerado en su Palabra, pero aun así, no se elimina el requisito de discernir su presencia, de corazón, cuando oramos.
TIBIO: Ok, ok. ¿Pero cómo me confirma usted tal cosa... por la Palabra y en especial eso del peso de carga?
SIERVO: El peso de carga es lo que sentimos en nuestros corazones por la necesidad y el sufrimiento (petición) que se manifiesta en nosotros, al identificarnos mental, afectiva y espiritualmente con el estado de padecimiento que sufren otros a nuestro alrededor... y por el sufrimiento que nos causan nuestras propias pruebas. Y ese peso de carga lo podemos manifestar -ante el trono de Dios- orando con una demostración real de dolor por lo que padecemos nosotros mismos y/o lo que padecen los hermanos/personas por las cuales intercedemos. De hecho, este dolor viene acompañado con algo de lastima, tal vez pena, angustia, celo espiritual, preocupación, etc. Y ahí sí que las lagrimas contarán.
Pero nótelo bien, si caes en la tibieza espiritual, no sentirás peso de carga. Y aunque podrás llorar del alma, con las emociones, y aun sentirías dolor profundo y real, sin embargo ello no quiere decir que cargas el peso verdadero... con quebranto de espíritu. Y como un ejemplo del peso de carga, veamos que en una ocasión el apóstol Pablo lo definió como: dolores de parto (Gal. 4:19).
TIBIO: Oiga... no para parir, pero yo quiero sentir esos dolores.
SIERVO: De hecho, la iglesia de nuestros dias se ha dado a orar mecánicamente, de labios... criollamente dicho: sin importarle un bledo el sufrimiento de los que padecen. O sea que oran como las aspiradoras de polvo; se les ha enseñado a aceptar y tragar todas las peticiones que les presentan; e inclusive, aceptan muchas que Dios jamás consideraría. Y principalmente por ello, sus oraciones han pasado a ser mecánicas e insensibles. Al fin, todos terminan orando de la misma forma, de labios, tanto por las peticiones de otros como las de sí mismos. Y la gran tragedia es que ¡no lo perciben!
TIBIO: Entiendo. Por favor clarifique. ¿Qué sucede si me doy a orar sin sentir peso de carga?
SIERVO: Por lo general, pasando el tiempo, orando de meros labios por cosas que no sentimos, sin sentir nada de peso de carga, caemos en una mera rutina y nos vamos insensibilizando de espíritu; hasta que perdemos la capacidad de discernir a Cristo de un todo. O sea que por el mero hecho de no ejercitarnos debidamente en nuestra fe, por irnos tornando insensibles e indiferentes al no sentir peso de carga por lo que le clamamos/oramos, continuamos -en nuestra ignorancia- aceptando y presentando mas y mas (orando) basura. Y eventualmente nuestras oraciones personales se hacen igual, sin efervescencia, fervor y fe; sin sentido, pues caímos en la rutina de hacer lo mismo... de forma insensible y mecánica, de labios. Sencillo ¿verdad?
TIBIO: ¡Uf! Nada de sencillo. Pero sí comprendí los 4 requisitos. Sin embargo, ¿podría elaborar con algún respaldo bíblico?
V. EL EJERCICIO PARA DISCERNIR A CRISTO: Ok. Comencemos a explicarlo a la luz de Su Palabra en Corintios, la cual dice: Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí (1ª Corintios 11:29).
TIBIO: ¡Wau! ¿Juicio de Dios por comer la cena del Señor sin discernir (distinguir) su cuerpo? ¿Y ahora? Creo que tal vez no me preocupé lo debido por eso de discernir el cuerpo de Cristo al participar de la cena del Señor. Muy sencillamente, no se me enseñó. Pronto, ¿qué debo hacer?
SIERVO: Vea, eso que dice la Biblia es la verdad absoluta de Dios... es algo irrefutable. Y continúa en el próximo versículo, el 30: Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros y muchos duermen.
TIBIO: Oiga... eso de duermen no parece ser cosa buena.
SIERVO: Eso es cierto. Vea, espiritualmente hablando, al llegar al punto donde no logran discernir a Cristo, estas almas pierden su primer amor y van deslizándose hacia la tibieza espiritual para quedarse dormiditos en lo que equivale a una muerte espiritual lenta, pero segura... ellos mismos se echan a dormir. O sea que todo apunta a que los que se durmieron han muerto de cuerpo y espíritu... para sufrir todo el peso del juicio de Dios, por no haber discernido a Cristo cuando participaron de la cena del Señor.
TIBIO: ¿Hm? Entonces la cena del Señor, que practicamos periódicamente, si lo hago debidamente, me proveerá de un excelente ejercicio para mantener viva mi fe... cosa que no termine durmiéndome en las pailas. Pero oiga, ¿esas almas realmente duermen por no haber discernido a Cristo?
SIERVO: Eso es cierto... ¡pero! Tal vez les sucedió porque al no preocuparse por o buscar discernir a Cristo ya se habían olvidado de Él, ya ni pensaban en su obra redentora en la Cruz, ni les importó su presencia o ausencia cuando oraban. O sea que desde antes de intentar participar de la cena -espiritualmente hablando- ya estaban enfermos y debilitados... según nos dice la porción escritural citada arribita. Y vea, estas almas tampoco buscarán discernirlo para alabarle, adorarle, orar, etc. Solo logran quedarse dormiditos en las aguas -de la apariencia placida- que es la tibieza espiritual... cantando canticos para ellos gozarse en sí mismos y parloteando sus vanas repeticiones; no en oraciones fervientes y con fe, sino en las palabreras letanías de los religiosos/inconversos que se duermen... para muerte eterna.
TIBIO: No me imaginaba que eso era tan importante. Por fa... ¿cómo aprendo lo que es discernir a Cristo?
SIERVO: Pues como dicen en la amada y hermosa patria Colombiana: Ese es el hueso de la sopa. Y ese hueso es un auto-examen que debes hacerte cada vez que vas delante del Señor: para la cena, en alabanza, adoración, oración, ofrendas, ayuno, etc.
TIBIO: ¿Y dónde y cómo consigo ese huesito? ¿Y no me diga que hay que ir a Colombia? Pues como está el costo de vida, no cuento con los reales.
SIERVO: No, no tienes que gastar un centavo. Al contrario, tal vez termines ahorrándote algo. Pero antes de eso, para asegurarte que podrás conseguir las respuestas por ti mismo, debemos ver lo que dice 1ª de Corintios 2:14-15...dice: En cambio el espiritual (los que andan en santidad) juzga todas las cosas (incluyendo discernir la presencia o ausencia de Cristo) porque nosotros tenemos la mente de Cristo. Y eso es otra verdad absoluta... nosotros los espirituales tenemos la mente de Cristo.
TIBIO: ¡Caramba! Como que esto se me está complicando.
SIERVO: No acepte eso, pues realmente no es complicado... para nada. Y vea, según otro dicho: no se-preocupe y no se des-preocupé... ¡ocupé-se! Y note que eso de tener la mente de Cristo quiere decir que pensamos y andamos como él anduvo. Es realmente es muy sencillo para el espiritual, pero no para el tibio:
1. Jesús anduvo en santidad, haciendo la voluntad del Padre.
2. Tipológicamente hablando, Jesús fue discípulo del Padre y nosotros somos discípulos de Jesús.
3. Tal como el Padre obró en Jesús (hecho hombre), así también Jesús obrará en nosotros...
4. Pero solo si es que, tal como Jesús honro al Padre, nosotros honramos a Jesús andando en santidad.
TIBIO: Suena bien, pero ¿qué debo hacer para saber que estoy en condición para que Jesús obre en mí... que no estoy enfermo, debilitado y casi dormidito? Y si es sencillo, dígalo o -de una vez- déjeme saber que no es sencillo.
SIERVO: Tranquilo... es muy sencillo. Veámoslo. ¿Qué tal si, como discipuló de Jesús que anda en santidad, pudieses hacerte un auto-examen... algo sencillo, y con el cual lograrás determinar si es que puedes o no discernir su presencia? Y por supuesto que si no logras discernirlo... es que andas en pecado y tal vez estés enfermo y debilitado; tal vez has perdido la fe y, según la Palabra citada arriba, has caído para el juicio eventual de los que se duermen. ¿Verdad que es sencillo?
TIBIO: Eh... no tanto. Pero bien, entiendo que debo asegurarme que discierno el cuerpo de Cristo. Y que este auto-examen me ayudará a comprobarlo... para poder participar de la cena dignamente, alabarle y orar en unanimidad.
SIERVO: Ok. Permíteme reiterarlo: Discernir a Cristo no es solamente necesario para subir la pirámide de la cena del Señor... se requiere para muchas otras cosas. Y lo vamos a comprobar más adelante... con sus Escrituras. Por ello, recuerda que cuando andábamos como niños espirituales, por esa pureza de niño, por ese primer amor, con una fe espontanea, calientes y no tibios... su presencia nos era garantizada. Pero vallamos al examen y -luego- a lo que debemos hacer si es que nos colgamos... si quedamos reprobados.
VI. EL EXAMEN: [Al lector - por favor, lea este párrafo en voz alta]: Dios, como buen Padre, guiándonos para que no caigamos en el dolor de su juicio, ahí mismo, en esa porción bíblica de la cena del Señor, en el versículo 31, nos manda a tomar un auto-examencito... para asegurar que lo discernimos. Y con todo su amor, nos dice: Si, pues nos examinásemos a nosotros mismos, no seriamos juzgados.
TIBIO: ¡Válgame! Eso no me lo habían dicho antes. ¿Y cuál es ese juicio... y que del tal examen? O sea, ¿donde está documentado ese examen? ¿Sera que existe una listita de las preguntas? ¿Hm? Tal vez los falsos profetas venden respuestas... pero serán falsas.
SIERVO: ¡Oiga! Usted está creciendo en eso de sabiduría. Pero vea, Jesús no nos dejó tal listita. El solo nos dice que -primero- busquemos las preguntas del examen escudriñando el ‘texto’ (Biblia) correspondiente a nuestro curso y a nuestro caminar como hijos de Dios. Y lo único que podemos hacer aquí es guiarte -un poco- por la senda que ya hemos escudriñado y transitado. Y ahora usted, usando tinta indeleble, escriba el siguiente principio de vida cristiana en las paredes de tu corazón: El verdadero líder (espiritual) conoce el Camino, anda por el Camino y enseña el Camino. Pero los simples y necios -los falsos y tibios- enseñan tonteras que te desviarán del Camino. Nada más y ¡nada menos!
TIBIO: ¿Nada más? Oiga... hay que andar con cuidadito y Biblia en mano.
Ok. Como usted (1) nació de nuevo en Cristo y (2) anda en santidad (libre de pecado), ahora podemos ir al examen:
1. Primera pregunta: 2ª de Corintios 13:5 nos dice: Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe. ¿O no conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados (muerte espiritual con vida física)? Y la Real Academia define reprobado correctamente: destinado a sufrir castigo eterno.
TIBIO: ¡Wau! Por favor continúe... tiene toda mi atención.
SIERVO: Ahora bien, la clave aquí es asegurarnos que el examen nos confirma si estamos en la fe o no lo estamos. Esto implica: no tomar la cena de forma insensible y sin discernirle, no orar mecánicamente/de labios y sin peso de carga, no hacer estas actividades imbuidos por nuestras emociones, y tampoco a nivel de nuestro raciocinio intelectual. ¿Sera que puedes re-afirmar que crees, por *fe, que: Jesús es el señor (tu Salvador) y crees de corazón (por fe) que Dios (Padre) lo levantó de los muertos?
TIBIO: ¡De un todo!
SIERVO: Para más ayuda: Veamos lo primero que debemos comprobar con este examen... se trata de nuestra fe... una fe viva y activa en nuestro corazón; una fe que me mueve a caminar como Cristo caminó... como su discipuló: Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. ¿Pues cómo orar, subiendo al trono que está en el zénit de la pirámide, si primero no confirmo que estoy en Cristo... andando en la debida fe?
2. Segunda Pregunta: Vea... haber creído en Jesús según Romanos 10:9 no implica que andas en santidad. Pues los demonios también creen en Él y el infierno eterno les esta garantizado. Miremos lo que nos dice su Palabra: Recibimos santidad - Rom. 6:22: Mas ahora que habéis sido liberados de vuestro pecado (habiendo confesado a Cristo de corazón) y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación (santidad), y como fin, la vida eterna. Notemos que... en orden:
a. Somos liberados (perdonados de carga de juicio) al confesar nuestros pecados.
b. Pasamos a ser siervos de Dios luego de ser liberados.
c. Al pasar a ser siervos de Dios recibimos el fruto de la santificación (ser santo por su gracia).
d. Y la santificación (santidad) nos garantiza el reino de Dios, nos otorga el privilegio de orar como hijos y nos capacita para discernirlo.
Pero vea, si caemos en pecado... ¡lo perdemos todo!
TIBIO: ¡Wau! Todo estriba en ese fruto de santificación. ¡Rápido! ¿Cómo determino si es que yo cuento con ese fruto dentro de mí? Y por favor, no me diga que es “muy sencillo”.
SIERVO: No bromeo... es bastante sencillito. Y de una vez echémosle una miradita al fruto.
El fruto: Sin discusión alguna, el fruto es lo más importante en la vida de un hijo de Dios. Y vea, todos podemos confirmar cual es el tipo de fruto que en dado momento cargamos... lo podemos hacer diariamente: Jesús dijo: Por sus frutos los conoceréis. Todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da malos frutos.
TIBIO: ¿Hm? Parece sencillito sí. ¿Pero cuáles son esos frutos que un hijo de Dios debe dar... y cuánta cantidad? Y por si acaso, ¿cuáles son los malos... los que no debemos darle crecimiento?
SIERVO: Jesús clarifica la cuestión... un poco: Y en Juan 15:8... Dice: En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
TIBIO: ¡Wau! ¿Sera que solamente el fruto me hace su discipuló? ¿Y qué mucho fruto me hará un mejor discipuló? Ok. A ver si entendí bien. Si entiendo que el fruto es lo único que me hace discípulo. Y qué mucho fruto es mucho mejor. ¿Pero donde consigo ese fruto? ¡Caramba! ¿Será que lo podría comprar con pactos, ofrendas y oraciones... en la iglesia, por la TELE o en el Internet?
SIERVO: Vea, los que tal cosa hacen, vendiendo o comprando, ya duermen para Su juicio. Pero es necesario ver lo que es y hace un verdadero discipuló de Cristo, y distinguirlo de los que meramente estudia las Escrituras. Y no pregunte, el verdadero discipuló se distingue solamente por el fruto.
Ok. Notemos que pecadores, idolatras, satanistas, ateos, etc., igual que muchos cristianos, pueden estudiar la Biblia. Pues un estudiante es aquella persona que la estudia y nada más. Ah, pero un discípulo la estudia, escudriñándola, para conocer las verdades que su Maestro, Jesús, cumplió. Si cumplimos lo que el Maestro nos enseña, solo ahí podemos llamarnos Sus discípulos y no meros estudiantes.
TIBIO: Perdone la interrupción, pero eso quiere decir que yo debo conocer el fruto de Jesús, las cosas que Él hizo, para poder hacerlas y ser su discípulo. Podría facilitarme una listita.
SIERVO: Pues vea, para eso nos mandó a escudriñar sus Escrituras. Contéstese la siguiente pregunta y eso le ayudará: Pregunta cardinal del auto-examen periódico que todo discípulo de Cristo necesita hacerse (cada 3/4 meses): Si es que documentares una listita de las cosas que Cristo hizo, las cuales Él pidió y/o espera que tú -como discípulo- hagas, ¿cuales aparecerán en tu listita... que las estés cumpliendo?
Alerta: Por favor notar que si la listita se queda en blanco debes aceptar que tal vez: (1) no andas en santidad, (2) has perdido tu primer amor, (3) estas tibio... y (4) ojo, te has convertido en un mero dormilón... nada de ser discípulo de Cristo.
TIBIO: ¡Caramba! ¿Dónde está ese fruto? Lo necesito... pero ¡mucho!
SIERVO: Tranquilo... tu corazón es sincero. Vallamos al fruto. Y como ya mencionado, existen dos tipos del fruto, el malo y el bueno.
1. El fruto malo que acarrea juicio (pecado): Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgias, y cosas semejantes... los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gal. 5:19-21).
TIBIO: ¿Todo eso me descalificaría? ¡Wau! Creo que sí necesito examinarme bien examinado. ¿Pero qué del buen fruto?
SIERVO: Antes de ir al buen fruto, debes hacerte una listita de los géneros del fruto malo... por si has estado cultivando algo de ello en tu alma. O sea que debes estar consciente de todo con lo que has ofendido a Cristo... de lo que te llevó a perder la santidad y a cultivar juicio. ¿Si es que aplicase? Y si aplica, vas a tener que quemar todo ello delante de Dios y del diablo. ¿Qué tal la listita, la chequeaste?
TIBIO: Ni me hables... pues tuve que colocar par de ‘X’ en algunos de ellos y arrepentirme de corazón. Pero ya está lista y ¡yo también! Adelante.
2. El fruto bueno del Discipuló de Cristo: Más el fruto del Espíritu (que crece en el espíritu de los discípulos de Cristo) es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.
TIBIO: ¡Ay-yai-yai! Comprendo. ¿Pero que si no sé lo que son algunos de esos frutos?
SIERVO: Pues debes escudriñar las escrituras tal como Jesús te manda. Y si luego de un ejercicio serio no logras entender alguno... ahí regresas a mí y me preguntas.
TIBIO: OK. Pero esta será la pregunta más difícil para contestar. Y nadie me había alertado de esto... ¿qué pasó con mi pastor? Perdí los diezmos y el tiempo.
SIERVO: ¡No! No debes culpar. Pues es que muchos pastores se han entibiado también... y tal vez el tuyo necesita ayuda. Además, ha sido por voluntad propia que lo perdiste todo, diezmos y el tiempo, si fuese que no los entregaste de corazón, si los entregaste sin haber discernido a Cristo.
TIBIO: ¡Valga! Qué examencito este. Pero bien, estoy dispuesto y comprometido a tomar y tragar la medicina más amarga que se requiera de mí. Quiero cargar mucho de esos nueve géneros de Su buen fruto y NADA de los malos.
SIERVO: ¡Sí! Ese es el gran hueso de la sopa. Pero vea, por lo general, son otras personas -en tu diario vivir- las que te ayudarán a auto-examinarte. Y lo harás en tu espíritu, de rodillas, mirando al que se sienta en el trono... en la cima de la pirámide. Y al mirarlo, seguro de haberle discernido, debes hacerte algunas preguntas relacionadas a los 9 géneros del fruto. Exclusivamente, debes contestar, preferiblemente por escrito: ¿Cómo se manifestó el fruto de amor, gozo, paz, paciencia, bondad, benignidad, fe, mansedumbre y templanza... de forma espontanea, hacia toda otra persona que encontraste en tu caminar diario?
Por ejemplo, te preguntarías, y también podrías preguntar a algunas de las personas a tú alrededor, si es que tu trato a ellos ha sido con el buen fruto: